EL UNIVERSO DE LA PALLOZA.
Un hogar de ayer admirado hoy
Situada entre las provincias de Lugo y León, a más de mil metros de altitud, los Ancares constituye el último bastión de una cultura secular. Tanto la historia como la vida en estos valles han estado profundamente condicionadas por la extremada climatología y por su orografía atormentada.
Tierra de leyendas y de culto al fuego, costumbres estas que evidencian el indiscutible origen céltico de sus habitantes, quienes cada noche cubrían con cenizas la lumbre para encontrarla viva a la mañana siguiente, lo que permitía recuperar rápidamente la temperatura ideal de la vivienda al tiempo que ahuyentaba los malos espíritus, se nos presenta como un universo de verdes valles colonizados por una vegetación exuberante protagonizada por robles y castaños que se alternan en el espacio con pastizales y tierras de labor, armonizando así un paisaje dibujado por las vertiginosas laderas de las montañas.

Sierra de Ancares en León.
Tierra esta delimitada por la imponente Sierra de los Ancares que actúa de frontera natural entre las comunidades de Galicia y Castilla y León, ha sufrido un aislamiento secular traducido en carreteras hasta hace pocos años inexistentes, largos inviernos en los que la nieve hacía desvanecer toda tentativa de viaje, ausencia de luz, teléfono y cualquier otro signo de modernidad, lo que ha favorecido la supervivencia de un modo de vida y un dialecto genuinos cuyos orígenes se remontan a la época prerromana, así como una arquitectura popular de fuerte personalidad en la que brilla con luz propia la palloza.

Conjunto de pallozas en
Campo del Agua
Los tiempos actuales nos entregan una realidad sensiblemente distinta de la que ha presidido el día a día de los últimos siglos. Inmediatamente después de adentrarnos en la comarca nos invade una profunda sensación de soledad, tan sólo mitigada por la extrema belleza del entorno salpicado por un basto conjunto de aldeas muy diseminadas y semiabandonadas con una población preocupantemente envejecida y una bajísima tasa de natalidad. Casas cerradas en las que solamente entra la luz en época de vacaciones, viejas pallozas en estado ruinoso y la ausencia de niños jugando en las calles son el común denominador de cada núcleo urbano.

Palloza en Campo del Agua. El Bierzo.
Muchos de los poblados de la sierra de Los Ancares están asentados sobre lo que antiguamente fueron brañas, es decir, conjuntos de chozas levantadas en zonas altas y habitadas por los pastores en los meses de verano. Solamente aquellas enclavadas en lugares muy protegidos y con mejores condiciones de acceso fueron convirtiéndose en núcleos urbanos estables compuestos por un pequeño grupo de pallozas. Su plena existencia supone la presencia de una de las más primitivas construcciones del viejo continente como fieles reflejos de las cabañas celtas. En el interior se escenificaba el universo en el que giraba la vida familiar al ser a la vez vivienda, establo y almacén. El nivel más alto estaba destinado a vivienda, mientras la zona central era ocupada por pequeños aposentos, el horno y la eterna lumbre y, ya por último, el nivel más bajo que cumplía las funciones de establo y almacén de aperos de labranza. Una única puerta comunicaba con el mundo exterior, mientras el humo del fuego buscaba por si solo la manera de escapar al aire a través de la techumbre de paja de centeno.
Cualquiera de nosotros puede imaginar las duras condiciones de vida a las que cada día se enfrentaban estas gentes, especialmente en los largos y fríos inviernos, pero ello no impidió la perfecta armonización biológica del hombre y su morada, toda vez que esta estaba diseñada y contrastada para ofrecer las mayores comodidades y funcionalidad de acuerdo con los condicionantes naturales del entorno.
Una técnica milenaria
Situada entre las provincias de Lugo y León, a más de mil metros de altitud, los Ancares constituye el último bastión de una cultura secular. Tanto la historia como la vida en estos valles han estado profundamente condicionadas por la extremada climatología y por su orografía atormentada.
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Sierra de Ancares en León. |
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Conjunto de pallozas en Campo del Agua |
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Palloza en Campo del Agua. El Bierzo. |
Una técnica milenaria
Las peculiaridades de la cubierta constituyen el aspecto más singular de la palloza, pareciéndose en la mayoría de los casos a un casco de barco invertido.

Teitando una palloza en Piornedo. Ancares de Lugo.
Pero no debemos olvidar la complejidad de la estructura sobre la que se instalará la techumbre. Esta se asienta sobre un armazón de madera sana y bien cortada de roble o castaño compuesto por vigas que se apoyan entre si en la parte superior formando el vértice del edificio. Así mismo y en sentido descendente cada elemento se une horizontalmente a los de al lado mediante tablones de la misma naturaleza hasta formar una superficie inclinada que garantiza la rigidez de todo el entramado. Lo peculiar de este sistema es que no se emplea ni un solo clavo metálico, pues antiguamente no se encontraban con facilidad, eran costosos y se oxidaban con la humedad. Para esta función se emplea un ingenioso sistema de cuñas de madera que con precisión matemática taladran cada elemento para unirlo al inmediatamente inferior. Con ello se consigue una estructura homogénea que se comporta de manera idéntica ante los cambios climáticos, con el consiguiente menor esfuerzo y deterioro, por lo que se garantiza una mayor longevidad.
La cubierta de paja es el elemento que cierra la construcción de una palloza. El material empleado es siempre el cuelmo de centeno, el cual ha de ser cosechado en el momento preciso, ni muy verde ni muy seco, con el fin de obtener un buen comportamiento en lo que a flexibilidad y resistencia se refiere.
El proceso de colocación del centeno recibe el nombre de teitado y se realiza en dos fases. La primera consiste en colocar una capa de gavillones (manojos de paja) de forma longitudinal a la estructura de madera atándolas a esta por medio de cuerdas, de tal manera que cada una cubra al menos un tercio de la inferior. Esta fase se remata con la colocación de sucesivos gavillones en sentido horizontal y sujetos mediante el mismo procedimiento, lo que puede hacer ganar entre 60 y 80 centímetros la altura total del edificio.

Pallozas perfectamente conservadas
en Piornedo. Ancares de Lugo.
Una vez rematada la primera capa se comienza a colocar con la misma técnica que la anterior nuevos cuelmos de centeno con la espiga hacia arriba, cuidando que el extremo inferior quede bien alineado y evitando que no queden pajas clavadas en la capa inferior para evitar filtraciones de agua. Una vez alcanzado el extremo superior de la estructura y partiendo de una pequeña estaca vertical clavada en el vértice, se extenderá hacia abajo un entramado de cordón vegetal que garantiza la solidez de la cubierta.
Con el paso del tiempo el humo de la lumbre que permanentemente estaba encendida en el interior cubría de hollín la cara interna de la techumbre, con lo que se conseguía aumentar su capacidad de aislamiento térmico e impermeabilidad.
Paralelismos

El centeno se mezcla con la pizarra
en la Sierra de Ancares.
Resulta indiscutible la similitud existente entre el diseño de una palloza y las construcciones castreñas, en particular las cabañas celtas, de la época prerromana en el continente europeo. En ambos casos se parte de una planta circular, similar a las halladas en distintos yacimientos arqueológicos de la época celta en todo el noroeste peninsular.
Así mismo, los materiales constructivos y el concepto de edificación en la que se alojan hombres y enseres junto a animales y utensilios de labranza es una tónica general desde los hallazgos en las excavaciones hasta la forma de vida de los últimos habitantes de las pallozas. Según afirma el profesor Jorge Dimas, todo indica que esta manera de construir casas redondas representa una línea de continuidad a través de los siglos…

Bosque de Castaños.
No obstante no debemos dejar de lado que el diseño de la palloza ha sufrido una evolución con el paso del tiempo, adaptándose a las necesidades de cada momento. Tal y como la conocemos cumple una función más propia de una economía cerrada, proporcionando abrigo y almacén a su dueño y refugio para sus animales en un entorno de permanente aislamiento, concepto sensiblemente distinto a la cultura castreña en la que se vivía en comunidad.
El último testigo
La primera pregunta que saltaba al aire cuando se contemplaba una palloza era siempre la misma: ¿vivirá alguien en una? Nuestra sorpresa vino cuando oímos que en la deshabitada aldea de Mazo quedaba un anciano que se resistía a abandonar la vivienda en la que había pasado sus más de 80 años de vida.

Un habitante de una palloza se calienta al fuego.
Mazo. Sierra de Ancares. Lugo.
Inmediatamente nos dirigimos en busca del que parecía ser el último ser humano habitante de una palloza. El rumor se confirmó y un mediodía de agosto conocimos a Antonio, quien con una serena mirada y una cordialidad exquisita disipó todas las ideas preconcebidas que pudiéramos llevar.
Mientras las horas pasaban sin darnos cuenta nuestro nuevo amigo nos relataba cómo su difícil vida ha transcurrido por estas tierras. Muy pocas han sido las ocasiones en las que había abandonado su aldea: una temporada para trabajar en las minas de carbón de la cuenca minera de Laciana, en otra ocasión para combatir en el frente y la última para visitar a una sobrina en Barcelona, de donde se vino de inmediato, “no entiendo como la gente puede vivir en esos pisos que parecen nichos unos encima de otros sin ver el campo, siempre con prisas. Eso no es vida”.

Atardecer en la Sierra de Ancares.
El Bierzo. León
Antonio era un hombre con las ideas claras. Nunca se casó y no dudó en sacrificarse para sacar adelante a su familia. “Aquí la vida era muy dura. Sembrábamos patatas, berzas y fréjoles y criábamos un cerdo que nos tenía que durar para todo el año. La tierra no daba para más”. Apenas hacía dos décadas que en su palloza lucía una única bombilla, la techumbre necesitaba una reparación urgente al no haber sido repasada desde hace 40 años pero no tenía medios económicos y cuando llovía cubría su cama con un rosario de paraguas para no mojarse, pero no importaba “mientras la cama esté seca no hay problema”.

Detalle de una
palloza.
Pese a todo se resistía a dejar su casa. “Aquí nací y he vivido y aquí quiero morir”, repetía constantemente, así como la idea de que no comprendía las razones por las que se reparaban gratuitamente pallozas que nadie habitaba en las aldeas cercanas mientras la suya se caía a pedazos.
En medio de su incapacidad para asimilar los criterios modernos que justificaban la recuperación de los entornos urbanos en el marco rural con fines turísticos y de su tenaz negativa a abandonar la aldea para irse a vivir con sus sobrinos, dejamos a Antonio en la soledad de la noche estival bajo una bóveda celestial en la que millones de estrellas dibujaban un escenario casi irreal, en silencio y sin poder evitar un último vistazo hacia atrás y contemplar la única luz artificial de la aldea: el tímido resplandor de la bombilla de nuestro amigo que se escapaba por las fisuras de su pertrecha palloza.
José Manuel Gutiérrez.
La Semana Santa de Almendralejo opta a la declaración de Interés Turístico Regional
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Teitando una palloza en Piornedo. Ancares de Lugo. |
El proceso de colocación del centeno recibe el nombre de teitado y se realiza en dos fases. La primera consiste en colocar una capa de gavillones (manojos de paja) de forma longitudinal a la estructura de madera atándolas a esta por medio de cuerdas, de tal manera que cada una cubra al menos un tercio de la inferior. Esta fase se remata con la colocación de sucesivos gavillones en sentido horizontal y sujetos mediante el mismo procedimiento, lo que puede hacer ganar entre 60 y 80 centímetros la altura total del edificio.
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Pallozas perfectamente conservadas en Piornedo. Ancares de Lugo. |
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El centeno se mezcla con la pizarra en la Sierra de Ancares. |
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Bosque de Castaños. |
El último testigo
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Un habitante de una palloza se calienta al fuego. Mazo. Sierra de Ancares. Lugo. |
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Atardecer en la Sierra de Ancares. El Bierzo. León |
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Detalle de una palloza. |
En medio de su incapacidad para asimilar los criterios modernos que justificaban la recuperación de los entornos urbanos en el marco rural con fines turísticos y de su tenaz negativa a abandonar la aldea para irse a vivir con sus sobrinos, dejamos a Antonio en la soledad de la noche estival bajo una bóveda celestial en la que millones de estrellas dibujaban un escenario casi irreal, en silencio y sin poder evitar un último vistazo hacia atrás y contemplar la única luz artificial de la aldea: el tímido resplandor de la bombilla de nuestro amigo que se escapaba por las fisuras de su pertrecha palloza.
RVEDIPRESS / Fotografía: Fran Morillo
Cofradías y Hermandades preparan ya, con el apoyo de todos los almendralejenses, una edición muy especial de la Pasión, que se rodea de propuestas enogastronómicas.
Tradiciones como la procesión de la Borriquita, el Rezo de los Tres Credos o el Día de los Caramelos hacen de la Semana Santa de Almendralejo una de las más representativas de la provincia de Badajoz. Este año se unen nuevas actividades gastronómicas, como la Ruta de la Tapa Cofrade, con el objetivo de atraer a una mayor cantidad de participantes y turistas a esta fiesta que, este año, pueden ser reconocida como de Interés Turístico Regional.

Entre sus singularidades destacan procesiones como la de la Borriquita de San Roque que se celebra el Domingo de Ramos, protagonizada por niños ataviados con túnicas blancas, fajín y capirote dorado y que tiene como eje central la representación de la Entrada del Mesías en Ciudad Santa -escenificado mediante una burrita montada por un niño-.
Además, el Rezo de los Tres Credos, una peculiaridad a nivel nacional, que se realiza en la Iglesia Conventual de San Antonio con una tradición de siglos y que rememora las tres horas de mortal agonía que Jesús tuvo en la Cruz. Aún hoy los feligreses devotos del Cristo de la Buena Muerte se reúnen el Jueves Santo para rezar el Credo desde las 12.00 hasta las 15.00 horas.

El Vía Crucis, el concierto de Marchas Procesionales o la Exposición Cofrade son otras de las citas de la Semana Santa en Almendralejo que, en el plano lúdico, se acompañan de propuestas gastronómicas, como Ruta de la Tapa Cofrade y un concurso fotográfico sobre la fiesta, abierto a todos los visitantes.
EL ORO DE HISPANIA. Un hito de la historiografía minera.
... y allí, donde
un día la codicia humana resquebrajó las entrañas de la tierra, hoy se
levanta un paisaje casi irreal, desafiante y atractivo, en el que los
clamores de un silencio secular dibujan en el aire el frenesí de
aquellos esclavos y libertos que, con su vida, esculpieron un terreno
preñado de riquezas con las que alimentar la gloria y los excesos de
Roma.
“La tierra es arrastrada por los
ríos y las mujeres, después de amasarla, la lavan en tamices tejidos en
forma de cesta para extraer el oro”.
Así describe el geógrafo griego Posidonio la técnica empleada por las aureanas,
buscadoras de oro que poblaban las riberas de los ríos del noroeste de
la Península Ibérica en el siglo I antes de Cristo. Testimonios de esta
naturaleza y el hallazgo de tesoros de época prerromana elaborados por
hábiles orfebres constituyen el claro exponente de que las tribus
astures que habitaban el oriente gallego, el occidente asturiano y
leonés y el norte de la región portuguesa de Tras Os Montes ya
explotaban los yacimientos auríferos antes de la llegada de los
tentáculos de Roma a estas latitudes.
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Castro de San Juan de San Juan de Paluezas. |
Pero, ¿quiénes eran estos antiguos
pobladores de la tierra que hoy nos regala tanta belleza?. Esta vez se
hace necesario citar los textos de Estrabón, pues su meticulosidad a la
hora de recopilar el modo de vida de los pueblos sometidos constituye
una fuente documental inagotable, legándonos narraciones tan
interesantes como esta: "Todos los habitantes de las montañas son
sobrios, no beben sino agua, duermen en el suelo y llevan los cabellos
largos al modo femenino, pero en la guerra se lo sujetan con una cinta o
turbante. Al dios Ares sacrifican cabrones, caballos y cautivos.
Practican los ejercicios corporales, luchas, carreras y simulacros de
batallas en línea. En las tres cuartas partes del año no se nutren sino
de bellotas y castañas que, secas y trituradas, se muelen para obtener
harina. Beben zythos, bebida derivada de la fermentación de granos ante
la escasez de vino, el cual, cuando lo obtienen, es consumido
rápidamente en grandes festines familiares.
Los hombres utilizan vestidos y
capas negras en las que se envuelven para dormir en sus lechos de paja.
Las mujeres llevan vestidos con adornos florales. En el interior, en
lugar de moneda practican el intercambio de especies o dan pequeñas
láminas de plata recortada...
A los parricidas se les mata a
pedradas fuera de los poblados y a otros criminales los arrojan desde
altas peñas... Primitivamente usaban cueros henchidos para cruzar ríos y
lagos, pero después de la expedición romana de Bruto empezaron a usar
embarcaciones construidas con troncos horadados... Son pueblos muy
guerreros y de costumbres duras y primitivas debido principalmente a su
aislamiento, ya que las vías de comunicación para llegar hasta ellos son
prolongadas y penosas..."
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Gruta de las Médulas. |
No obstante y a pesar de estar
considerados pueblos bárbaros, no es menos cierto que los historiadores
romanos les dan el rango de pueblo al existir una clara estructura
social. Este mismo ordenamiento es el que determina el urbanismo de los
poblados, cuyos trazados obedecen a las directrices de la tipología de
la Cultura Castreña del Noroeste. El
núcleo es “el castro”, es decir, un caserío fortificado y levantado en
una posición topográfica dominante desde el que poder controlar
visualmente el territorio circundante. En el recinto de intramuros se
construían las viviendas con piedra local y techumbre vegetal, en cuyo
interior se desarrollaba la actividad doméstica y la especializada
economía familiar.
LA LLEGADA DE ROMA
Con esta estructura socioeconómica
nuestros antepasados del noroeste peninsular alcanzaron las décadas
previas a la Era Cristiana, años en los que contemplaron con espíritu
insumiso la llegada de tropas invasoras: las legiones romanas.
Corrían tiempos de cambio en la cuna
del Imperio, cuyos dominios se extendían por toda la cuenca
mediterránea y buena parte del centro del continente europeo. Mientras
en el extremo oriental se asistía al avance imparable del cristianismo
con todo lo que ello significó en materia de revolución social y
religiosa y, por consiguiente, de oposición a Roma y en los límites
occidentales se hacía necesaria la consolidación de las fronteras, todo
este inmenso territorio asistía a una sucesión de intrigas, luchas
intestinas y maquinaciones fratricidas que desembocaron en una larga
guerra civil y el consiguiente deterioro económico de las arcas
estatales.
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Las Médulas desde el Mirador de Orellán. |
Hacia
la mitad del siglo I antes de Cristo y después de dos siglos de
ocupación de la Península Ibérica todavía quedaba sin romanizar el
cuadrante noroccidental, tierras astures de atormentada orografía y
climatología extrema, cuyos pobladores eran considerados como enemigos agresivos y violentos, según los historiadores de la época.
Las constantes escaramuzas que
venían teniendo lugar desde mediados de la centuria anterior ya habían
puesto en contacto a los nuevos inquilinos de Hispania con las tribus
más septentrionales, pero no sería hasta el año 29 antes de Cristo
cuando iniciara su andadura la maquinaria militar romana de manera
intensiva. Fue la determinación del emperador Augusto por no dejar
lagunas sin civilizar en las tierras imperiales y el interés despertado
por las riquezas del subsuelo, según desvela el historiador romano Floro
(...favorecía este designio la naturaleza del país, pues toda la
región contenía en abundancia oro, borax, minio y otros productos),
lo que desencadenó el inicio de contundentes campañas bélicas que no
terminarían hasta el año 19 antes de Cristo con el total sometimiento
del extremo noroeste peninsular.
Al frente del ejército que subyugó
al pueblo astur se encontraba el general Carisio, quien los derroto
primero en la ciudad de Lancia, muy cerca de la actual León, para
continuar con la que sería la batalla definitiva del Mons Medullius,
la cual algunos historiadores sitúan en algún paraje cercano a Las
Médulas. Una vez más los historiadores romanos Floro y Orosio, a modo de
notarios de su tiempo, describen la manera con que los satures, para no
convertirse en esclavos, dieron fin a la contienda: ...en medio de un festín, se dieron muerte con el fuego, la espada y el veneno que aquí extraen de los tejos.
UN PAÍS CONVERTIDO EN YACIMIENTO
Así fue como la mano de Roma convirtió un territorio libertario, cuyas entrañas eran un inmenso filón de oro, en parte de una provincia oligárquicamente sujeta al poder establecido, allí en los confines del mundo conocido y de la que extrajo ingentes cantidades del preciado metal.
Así fue como la mano de Roma convirtió un territorio libertario, cuyas entrañas eran un inmenso filón de oro, en parte de una provincia oligárquicamente sujeta al poder establecido, allí en los confines del mundo conocido y de la que extrajo ingentes cantidades del preciado metal.
“Ordenó Augusto explotar el
suelo. Así, trabajando penosamente bajo la tierra, los astures
comenzaron a conocer sus propias riquezas al buscarlas para otros”, según describió Floro lo ocurrido al finalizar la guerra.
La permanente presencia de un importante contingente militar en la zona, además de garantizar la seguridad, sirvió de apoyo técnico en la construcción de infraestructuras como, por ejemplo, los canales que traían el agua desde muchos kilómetros de distancia o desde otras cuencas fluviales. Se construyeron poblados mineros y metalúrgicos para abastecer las necesidades de los yacimientos en materia de útiles y de alimentos y se impulsaron los asentamientos humanos en los castros ya existentes. Se importaron nuevos métodos de producción agrícola y manufacturera. Significó, en definitiva, una compleja evolución de las costumbres y una modernización de la forma de vida de los astures, dejando atrás la economía de subsistencia, la autarquía y, en algunos aspectos, el primitivismo.
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Vista general de las Médulas. |
LA RUINA MONTIUM
“...hechas cuevas por largos espacios, cavan los montes con luces de candiles, y ellas mismas son la medida del trabajo y vigilias, y en muchos casos no se ve el día” “... las cabezas de los arcos se abren y hienden y dan señal de ruina. Y sólo la conoce aquel que es vigilante en la altura del monte. Este, con la voz y golpes, manda a los obreros que de presto se aparten...” “...quebrantado el monte cae por sí mismo, con tan grande estruendo y viento que no puede ser concebido por la mente humana...”.
“...hechas cuevas por largos espacios, cavan los montes con luces de candiles, y ellas mismas son la medida del trabajo y vigilias, y en muchos casos no se ve el día” “... las cabezas de los arcos se abren y hienden y dan señal de ruina. Y sólo la conoce aquel que es vigilante en la altura del monte. Este, con la voz y golpes, manda a los obreros que de presto se aparten...” “...quebrantado el monte cae por sí mismo, con tan grande estruendo y viento que no puede ser concebido por la mente humana...”.
Así describe el geógrafo y
naturalista romano Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia el
procedimiento de extracción de oro en algunos yacimientos del territorio
astur, alcanzando su máxima expresión en Las Médulas. Consistía esta
técnica en la excavación manual de una compleja red de pozos y galerías
en los que, de forma repentina, se soltaban importantes cantidades de
agua que, debido a la erosión y al efecto de golpe de ariete, producía
el derrumbe de buena parte de la montaña. Pero cuando la perforación
alcanzaba un núcleo de roca viva se hacia necesario emplear otros
procedimientos como la aplicación de fuego y vinagre para desmenuzarla,
lo cual producía un denso humo y vapor que ahogaba a los mineros, por lo
que se tenía que recurrir a la utilización de mazas de hierro de casi
cincuenta kilogramos de peso, sacando al exterior los pequeños
fragmentos de forma manual, de mano en mano durante el día y la noche.
Paralelamente los yacimientos
aluviales eran explotados por el procedimiento denominado “arrugia”,
consistente en la construcción de grandes depósitos de agua en las cotas
superiores al filón, desde los que partían una serie de canalizaciones
por los que el fluido descendía turbulentamente hasta arrastrar la
tierra hacia los lavaderos de las zonas más bajas. Ejemplos de esta
naturaleza son los que salpican el paisaje de las comarcas de la
Maragatería y la Valduerna en la provincia de León.
La puesta en escena de toda esta
infraestructura requería no pocas inversiones precedentes. El agua,
elemento fundamental para el empleo de estas formas de explotación, no
siempre estaba al alcance. El mencionado Plinio cuenta que “existe
otra labor más costosa todavía, y es traer ríos desde las cimas de los
montes para lavar este derrumbamiento, a veces desde cien millas de
distancia”.
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Canal de agua en las Médulas. |
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Bateo de oro. Navelgas.
Asturias. |
Todo este despliegue de medios
solamente perseguía un fin: obtener la mayor cantidad de oro posible.
Resulta especialmente difícil calcular cuanto beneficio obtuvo Roma de
la más importante cuenca minera de su historia. Plinio el Viejo llego a
estimar la producción en 20.000 libras (6.540 kilogramos) anuales, lo
que representaría alrededor de casi un siete por ciento de los ingresos
totales del erario romano.
Pero nada de esto hubiera sido
posible sin el empleo de ingentes cantidades de mano de obra. Miles y
miles de hombres fueron necesarios para esculpir la tierra hasta estos
extremos, dejándose la vida sin obtener nada a cambio. Si bien en un
principio se recurrió al empleo de esclavos nativos, posteriormente se
dio paso al empleo de hombres jurídicamente libres, pero obligados a
trabajar sin salario ni manutención en concepto de pago del tributo
devengado por la conservación de sus derechos sobre la tierra. Tal era
el grado de explotación humana que Silio, otro autor de la época,
denomina “pallidus” a los mineros por el color de su piel. Coincide con
la apreciación que hace Floro sobre los astures, de los que dice que son
“más amarillos que el metal que buscan”. Estudios más recientes
relacionan la actividad humana en la extracción de oro, los vertidos y
el arrastre de materiales férricos a los cauces de los ríos como una de
las causas posibles de la patología de los antiguos pobladores de este
rincón septentrional de la Península.
Y así continuaron llegando los
lingotes de oro de Hispania a Roma hasta que en el siglo III de nuestra
era se comenzó a clausurar las minas del noroeste. La crisis económica
que azotaba el ya decadente Imperio y el abandono del preciado metal
como patrón oficial de la moneda significaron el abandono de la
actividad minera de forma irreversible, entregándonos a las generaciones
venideras un legado histórico y paisajístico sin precedentes.
CASI DOS MIL AÑOS DESPUÉS
Han sido necesarios casi veinte siglos para entender la génesis y la evolución de un paisaje transformado por el hombre y, por consiguiente, para desarrollar la sensibilidad que permita aceptar la paradoja de la transformación de una obra de tan magno impacto ambiental en un escenario de excepcional belleza natural.
Han sido necesarios casi veinte siglos para entender la génesis y la evolución de un paisaje transformado por el hombre y, por consiguiente, para desarrollar la sensibilidad que permita aceptar la paradoja de la transformación de una obra de tan magno impacto ambiental en un escenario de excepcional belleza natural.
Pero nada de lo que hoy podamos
contemplar tendría la misma magnitud sin haber dado un vistazo a la
historia de cada uno de estos rincones. ¿Quién podría disfrutar
plenamente de un paraje como Las Médulas sin imaginar los sonidos de la
muchedumbre trabajando o sin el estruendo de una montaña al caer?. En
verdad resulta muy difícil asomarse al viejo territorio astur sin dejar
volar la imaginación y sin que los sentidos se desperecen.
Así como a primera vista las
comarcas leonesas de la Maragatería y la Valduerna se presentan como
tierras inhóspitas, enigmáticas y misteriosas, solamente hay que dejarse
llevar para sucumbir a unos encantos que, de sorpresa en sorpresa, nos
irán entregando lo más genuino de su pasado minero.
A lo largo de su geografía se irán
pasando ante nuestros ojos escenarios tan impresionantes como la mina
Fucochicos, un inmenso circo de doscientos metros de diámetro tallado
por los romanos para extraer hasta la última pepita de oro o los
interesantes depósitos de agua de la Fucarona, sin olvidar la enorme
cantidad de detalles como el sugerente túnel de Priaranza de la
Valduerna, en cuya talla sobre roca viva es posible distinguir el nivel
que alcanzaba el agua por la diferencia de la erosión. Pero
sin discusión posible, el referente universal de la actividad minera
romana lo constituye el paraje de Las Médulas. Localizadas en el corazón
de la comarca del Bierzo y declaradas Patrimonio de la Humanidad, se
entregan a nuestros sentidos, en palabras del escritor Enrique Gil y
Carrasco, como un paisaje “de aspecto peregrino y fantástico por los profundos desgarrones y barrancos de barro encarnado...”.
Esta obra gigantesca de la ingeniería romana hoy se presenta como un
cuento de hadas del que brotan historias y leyendas de buscadores de
oro.
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Depósitos de agua de la Fucarona. Maragatería. |
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Aula Arqueológica de las Médulas. |
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Las Médulas, y a la derecha las Medulillas de Yeres. |
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Ruta por las Médulas. |
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La Cuevona. |
José Manuel Gutiérrez.
La Herrería de Compludo volverá a abrir sus puertas
El franco estado de deterioro en el que se encuentra la herrería
había obligado a cerrar las puertas al público. De esto hace ya casi dos
años.
El estado de deterioro, especialmente visible en el tejado, venía
“pidiendo a gritos” un poco de atención por parte de las instituciones
competentes. Este reclamo parece que ha sido escuchado por Junta de
Castilla y León que se ha comprometido a restaurar este monumento, uno
de los más significativos por la historia que arrastra, de la provincia
de León. La herrería de Compludo es el único vestigio que queda del
complejo que formaba el monasterio de Compludo, fundado por San
fructuoso en el siglo VII.
Aprovechando la ocasión también se anunció la inminente declaración
de Los Barrios como Bien de Interés Cultural. Los Barrios abarca las
poblaciones de Lombillo, Salas y Villar de los Barrios. Merecido
reconocimiento a la belleza que guarda esta zona.
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