lunes, 24 de febrero de 2014

EL ANTRUEJO. CUANDO LAS MÁSCARAS SE ADUEÑAN DE LAS CALLES


Antruejo de Llamas de la Ribera
A lo largo de la geografía española son muchos los pueblos que conservan entre sus rituales más ancestrales los carnavales. En todos ellos, los protagonistas guardan similitudes en la manera de vestir y en la forma de desarrollar la fiesta. Personajes ataviados con grotescas máscaras, pellejos y trapos viejos, y acompañados del inconfundible sonido que hacen los cencerros y esquilas que llevan en los cinturones.
Similitudes que encontramos en otras zonas de la península ibérica, como son las mascaradas de invierno que se celebran en la provincia de Zamora: los Diablos en Sarracín de Aliste, Los Carochos en Riofrío de Aliste, o el Zangarrón de Montamarta. También en Cantabria encontramos manifestaciones de este tipo como es la Vijanera en Silió, sin olvidarnos de los afamados carnavales orensanos, entre los que destacan Os Peleteiros de la localidad de Laza. Durante los días en que se desarrolla el carnaval la función de los protagonistas es la de atemorizar, entiznar o simplemente mojar a vecinos y forasteros; lo que en nuestra tierra se conoce como “correr el carnaval”.

Fiesta de los Diablos.
Tradiciones que hunden sus raíces en creencias de las tribus prerromanas que utilizaban este ritual como agradecimiento a la madre tierra por darles todo lo necesario para vivir. Costumbres que posteriormente fueron romanizadas y también cristianizadas y que acabaron por arraigarse en la cultura de los pueblos.

Antruejo, antruido, antroido o entroido son maneras distintas como se conoce en la provincia de León a los carnavales. Y por ellos desfilan cada año los guirrios, jurrus, birrias, zafarrones, zangarrones, vejigeros, madamas, tararas, gomias, mulas ciegas, lazarillos, médicos y gitanos por citar solo algunos; que son todos lo mismo pero con las características propias de cada pueblo, y en todos ellos se busca siempre acabar la fiesta con una suculenta cena acompañada de los dulces típicos de estas fechas; orejas, flores, torrijas y frisuelos.

Fiesta de los Carochos.
Otro personaje coincidente en muchos carnavales españoles y por supuesto leoneses, es el toro, en algunos lugares acompañado de torero. Armazones de madera cubiertos con sábanas o mantas con cintas de colores, que todavía se pueden ver en localidades de la ribera del Órbigo como Llamas de la Ribera y Velilla de la Reina. Pero no es este el único animal que gusta ser representado, pues desde la meseta hasta la montaña, también nos encontramos con burros, osos o ciervos.
Celebraciones que parecen todas iguales, pero cada una de ellas ofrece pequeños detalles que las hacen únicas. 

Comenzamos nuestro recorrido por el Antruejo de Carrizo de la Ribera, que se vive el “Sábado Frisolero”. El guirrio provisto de vejigas hinchadas y tenazas de madera, -instrumento que también puede verse en otras localidades-, se enfrenta al toro y hostiga a los vecinos, especialmente a las mozas. Otros personajes son la tarara, monigote diabólico encarnado en una mujer, o la gomia, animal monstruoso.

La Vijanera.
En Velilla de la Reina los festejos comienzan la noche anterior al Domingo de Carnaval con “la siembra de la cernada”, ritual en que los jóvenes simulan arar las calles del pueblo, unos haciendo el papel de labradores y otros de bueyes. Quizás otra prueba más de que estas celebraciones tiene mucha relación con la fertilidad de la tierra. Pero es la tarde del Domingo de Carnaval cuando se vive la verdadera fiesta. Concentrados todos en la Plaza Mayor, los guirrios vestidos de blanco con caretas y abanicos de colores y cencerros al cinturón. Hechos de tejón, ciervo o jabalí, tienen como finalidad ahuyentar a los malos espíritus y crear jaleo en las calles. Los guirrios simulan una especie de toreo que acompañan con malabarismos; haciendo también participes a las mujeres, que tomándolas por la cintura las hacen saltar por encima de los cuernos del toro. Son muchos los sonidos que solo se oyen en estas fechas, uno de ellos es el que producen los “bufos” y “bramaderas”, instrumentos quizás utilizados en el pasado para convocar a deidades desconocidas. Como en tantos lugares, la fiesta termina con la degustación de las típicas orejas, la quema de un toro de fuego y una animada verbena.

Os Pelequeiros.
Al igual que en Velilla, en Llamas de la Ribera los actos principales del antruejo se celebran el Domingo de Carnaval. Ese día por la tarde madamas y guirrios recorren las calles hasta llegar a la Plaza Mayor, ellas con la atuendos más tradicionales y ellos de blanco y con una gran y espectacular máscara coronada por unos abanicos de color rojo, azul, verde y blanco. En su recorrido hacen participe a la gente persiguiéndolos con látigos, vejigas de animales o grandes tenazas con las que apresan a las personas para que suelten un donativo, sabiendo que si se niega recibirá un vejigazo si es varón, y si es mujer un rabazo, siempre de cordero primerizo totalmente blanco.

A poco mas de 7 kilómetros se encuentra la localidad de Sardonedo, que celebra su antruejo con intimidad y siempre respetando la fecha del martes. Aquí también hacen acto de presencia el toro y el guirrio o torero que sustituye la careta por unos coloretes en la cara y un gorrillo en la cabeza. Ayudado de unas tenazas, tiene como misión conseguir presas para el toro.

Antruejo de Velilla de la Reina.
La Zafarronada Omañesa comenzaba el Sábado Gordo y finalizaba el Martes de Carnaval. Durante los días anteriores a la  Cuaresma, los mozos y mozas interpretaban distintos papeles; los zafarrones, el torero, el lazarillo, gitanos, ciegos y ciegas, así como diversos animales; el toro, la mula ciega o la vaca, y recorrían algunos pueblos de la comarca y en ellos los zafarrones, hacían gala de sus habilidades con increíbles piruetas, mientras que el resto de la comparsa les acompañaban con alegres cánticos. A cambio solo pedían algún presente en forma de alimento o bebida; y al tacaño se le recompensaba arrojándole varios puñados de ceniza. La comitiva finalizaba en Riello donde se daba cuenta de los manjares obtenidos.
En la actualidad toda la fiesta se desarrolla en un solo día, el “Sábado Frisolero” y únicamente en la localidad de Riello.

Antruejo de Alija del Infantado.
Para acabar nuestra breve excursión nos dirigimos al sur de la provincia; asentado en la vega del río Órbigo y encrucijada de caminos por discurrir por él la Vía de la Plata, se encuentra Alija del Infantado. Conocido aquí como “El Antruejo”, en este pueblo se representa cada Sábado de Carnaval la escenificación de las hostilidades entre el mal, encarnado por Don Carnal y el bien, bajo el nombre de Doña Cuaresma.  El primero apoyado por los jurrus que con sus horribles caretas siembran el miedo entre los vecinos, y los birrias, también malignos, pero al servicio de Doña Cuaresma; después de una encarnizada lucha, sale triunfante el bien, siendo Don Carnal quemado en una hoguera. La vestimenta de los jurros presenta ciertas similitudes con las vistas en otros carnavales o antruejos. Aquí también utilizan pieles de animales para cubrirse y se valen de tenazas de madera extensibles, como también hemos visto en otros lugares, pero en este caso acompañado de una vara de mimbre para jurriar, localismo de zurrar o zurriagar. 

Esto es solo un ejemplo de la gran cantidad y variedad de antruejos que se celebran o se han celebrado a lo largo de la historia. Por suerte algunos de ellos no se han perdido, y siguen formando parte de la memoria colectiva de esos pueblos, y si se nos permite de la nuestra también, los forasteros. Rituales que en sus comienzos estaban íntimamente relacionados con los cambios estacionales y la fertilidad de la tierra, acabaron convirtiéndose primero en la última válvula de escape para la gente antes de que llegase la temida, oscura y restrictiva Cuaresma, y finalmente en una ventana que nos muestra como era una parte importante de la vida de nuestros antepasados.

Javier Gutiérrez

No hay comentarios :

Publicar un comentario